CONCURSO DE JÓVENES TALENTOS
Esto sucedió el 9 de abril de 2011, acudimos dos alumnos de 2º A, la verdad, fue una experiencia emocionante, yo la recomiendo. A la entrada del colegio Calasanz en Salamanca, había mucha gente, jóvenes con sus padres, hermanos etc., a las 11:30 horas entramos todos con un poco de vergüenza, prácticamente no nos conocíamos, nos indicaron que entráramos en un aula espaciosa llena de sillas. Yo llegué de los primeros y cogí un buen sitio. La vergüenza se iba disipando al ver que todos teníamos algo en común: éramos jóvenes, es decir, no nos íbamos a comer los unos a los otros. Me pareció ver una cara conocida, efectivamente, un colega de Villamayor, esto rompió definitivamente la vergüenza. Nos saludamos charlamos un poco, lo normal. Unos quince minutos después, los directores de aquel acto, nos pidieron silencio, y a continuación habló la ganadora nacional del concurso Jóvenes Talentos 2009/10, nos contó su experiencia, como nosotros, el año anterior había sido una joven con vergüenza, era humana… Ganar este concurso nos parecía irreal, algo, imposible, pero allí estaba la ganadora, ¡salmantina nada menos!, nos indicó las reglas y nos dio consejos alentadores, un acto de seguridad.
Pero lo más duro no había pasado aún, ahora nos dividimos por aulas normales y corrientes de veinticinco a treinta alumnos, todos separados en filas, yo me aseguré de que iba con alguien conocido, aunque no tenía vergüenza, la timidez no desapareció del todo. Un profesor nos dio una hoja en blanco con una pequeña etiqueta y un número. La etiqueta la rellenamos con nuestros datos personales, después nos dieron el tema sobre el cual deberíamos escribir: una fotografía en un sobre rojo. La fotografía consistía en un joven con gafas lamentándose con decepción contra una puerta blanca de madera que tenía grabado el número 316.
En la hoja en sucio, inventé los personajes, los hechos, el lugar, tiempo y espacio del relato al cabo de media hora lo tenía todo organizado, me faltaba una hora y media para escribir…
Para mayor tensión unas cámaras de TV y prensa nos estaban grabando, no molestaban, pero desconcentraban un poco. Pasado un buen rato varios chicos y chicas fueron entregando sus relatos, yo esperé un poco más. Convencido de que mi relato estaba bien, lo entregué y cogí el obsequio, una pequeña mochila de mano con snacks dentro.
Al salir me sentí aliviado, había aperitivos en el pasillo contiguo, no me detuve, estaba cansado, aunque fue una experiencia extraordinaria.
Ronal Betancur Angulo
Ronal Betancur y Sarai Gómez acompañados de sus familias.
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