Había estado tocando toda la tarde en aquella estación. Su violoncello sonaba mejor que nunca. La música se propagaba por toda la ciudad. Era imposible no oírla. Al pasar por allí, ella se sintió identificada. Miró al músico a los ojos y se dio cuenta de que jamás lo olvidaría. Él también lo presintió. Sin embargo ella continuó caminando. La jornada llegaba a su fin, y él se dispuso a regresar a casa. Era hora punta en el metro y ante la gran masa de gente y la mirada clavada que tenía, olvidó su instrumento en el andén. Las puertas se cerraron y el metro se alejaba irremediablemente. Justo en ese momento, ella llegó allí y descubrió el violoncello. Supo que era de él, y que algún día se lo devolvería.
Marta Hervalejo Colmenero 1º B Bachillerato
No hay comentarios:
Publicar un comentario